Diferentes estudios basados en referencias comerciales y archivos fiscales han revelado el extraordinario desarrollo del cultivo de azafrán en Cataluña durante la Edad Media. Por aquel entonces, en el mercado de Barcelona, se calcula que 10 kg de hebras de azafrán podrían alcanzar un valor aproximado de 500 a 1.000 s.b. (sueldos barceloneses), a diferencia de los más de 500 kg de trigo producidos empleando la misma extensión de terreno agrícola y que en condiciones normales su valor podría oscilar de 110 a 240 s.b.
Un reputado producto de nuestra tierra
Además de su elevado rendimiento como producto agrícola, el azafrán cuenta con otras ventajas que lo ayudaron a posicionarse como un producto de marcado prestigio y proclive a la exportación:
- Método de ahorro: Tras el proceso de deshidratación o secado, las hebras de azafrán pueden conservarse en perfecto estado durante varios años. Esta característica convertía al azafrán en un recurso ideal para ser utilizado como moneda de cambio para cubrir gastos extra o imprevistos en las unidades familiares. El azafrán se usaba, por ejemplo, como garantía de un préstamo o como parte de la dote nupcial.
- Policultivo: Los esfuerzos dedicados al cultivo de azafrán, en especial durante el período de recolección de las flores (meses de octubre y noviembre), no entorpecían las labores de aprovisionamiento de cereales.
- Adaptabilidad: Las zonas de interior de Cataluña, incluido el Montsec, cuentan con ciertas características edáficas y climatológicas ideales para el cultivo de azafrán, pues esta delicada flor requiere de un clima mediterráneo-continental y suelos calizos o calcáreos y ligeros.
Historia y origen del azafrán en Cataluña
Si bien la primera noticia relacionada con el cultivo de azafrán en Cataluña fecha del año 1287 en la localidad de Cerdanyola del Vallès (Barcelona), existen múltiples referencias documentales demostrando que a mediados del siglo XIII el azafrán de origen catalán ya contaba con un excelente prestigio en los mercados de todo el Occidente cristiano, del Levante mediterráneo y de los países bálticos.
Sin embargo, el posicionamiento del azafrán catalán como un producto reconocido y de prestigio se vio truncado por el estallido de la Guerra Civil Catalana (1462-1472), la cual provocó un irreparable desplazamiento de los centros de comercio azafranero hacia Zaragoza y Valencia. Tras el conflicto civil, Cataluña trató de recuperar sin éxito el liderazgo en la producción de azafrán español pero el azafrán de origen aragonés ya había tomado el relevo a la producción catalana.
A pesar de las dificultades causadas por el papel de los nuevos competidores del mercado, Cataluña supo mantener cierta relevancia como productor y exportador de azafrán hasta finales del siglo XV. No obstante, su cuota de mercado fue decayendo hasta convertir la producción de azafrán en Cataluña en algo prácticamente simbólico y restringido al autoconsumo.